En San Pablito estaban asustados por el Águila bicéfala que se robaba a los varones de trece años.
Fastidiados de la situación, dos gemelos decidieron cazarla. Uno de ellos se encerró en una jaula colocándose a la mitad de la plaza para que la bestia se lo llevara.
Cómo la jaula estaba bien hecha, el águila no pudo romperla y el joven encontró la forma de escapar. Hizo una fogata para mandarle señales a su otro hermano y éste lo fue a alcanzar con arco, pedernal y un espejo de piedra negra. Mataron a las crías y esperaron…
El águila furiosa atacó a uno de ellos mientras que el otro sacó su espejo y la encandiló. Varias flechas la atravesaron. Le sacaron los ojos como ofrenda; uno lo lanzaron al Sol y el otro a la Luna.
Desde entonces los curanderos usan el papel picado recordando las dos cabezas del águila. Sí, ese que vemos el día de Muertos pues representa la dualidad en un mismo plano: lo bueno, lo malo, la salud, la enfermedad, la vida y la muerte.
¡El equilibrio!
Tan Castillo
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